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No te lo vas a creer mima. ¿Sabes quién era? Yuri. Sí, el de la Vigía. Dice que el niño está de lo más lindo, que se ha puesto gordo y todo. Cómo pasa el tiempo ¿eh? No, no, ya no trabaja ahí, ahora está de encargao en una shopping, pero yo pá mí que también anda en lo otro, porque fíjate que me ha dicho que si nos hace falta algo, un pedazo queso, un cuarto pollo, un par de zapatos pá la niña, un pitusa pá ti, lo que sea, que él nos lo resuelve. Verdad que ése no cambia ¿eh? pero es que él es una gente luchadora, que pá trabajar no tiene precio, y busca allí y busca allá, y tú le das lo que sea y te lo vende pero… Ah, mira, a lo mejor el reloj… Ahora me vino a la mente. ¿Ah, no? Pá mí que tú lo conocías, que yo ya te había hablado de él antes. Sí, sí. Ah no, ése no es. No, Yuri es un noviecito mío que yo tuve cuando tenía como veinte y dos años, después que me divorcié de mi primer matrimonio y todo eso, pero fíjate si él es así como yo te estoy diciendo que cuando lo del Período Especial aquí en Cuba, él se iba con su padre a pescar tilapias, que son los pescaítos esos maluchos de río, y cogía, los pescaba, los limpiaba, lo preparaba todo, pam, pam, pam, los metía en una caja con hielo y se iba por las calles a venderlo. Él lo vendía tó, pero claro, es que él tiene gracia pá esas cosas, nació con eso y… aparte, él es una gente muy elegante, una gente que tiene un carácter maravilloso, muy agradable, muy jaranero, siempre está alegre, nunca está triste y entonces… pues nada, empezamos a flirtear, a salir juntos por ahí y… cuando vinimos a ver, ya estábamos empataos. Entonces bueno, estando nosotros juntos, como al año de relación más o menos, era cuando la gente se iba ilegal del país, por balseros y todo eso, que se fueron muchísima gente y entonces yo, como de cierta forma cuando uno es joven siempre quiere luchar, prosperar y tener lo de uno, y él igual, porque desde niño él tenía familia fuera, y aunque realmente esa familia nunca lo ha ayudado, él siempre quiso irse del país, desde jovencito, pues entonces empezó: “Anda Talía vámonos que yo tengo un socio ahí que tú le pagas –cuando aquello creo que eran mil quinientos dólares o algo así– y te sacan por yates, por balsas de ésas”. Entonces yo me embullé: “Ah, está bien, vamos a meternos en eso. Si tú resuelves las cosas, nos vamos”. Cuando aquello era por Santa Cruz. Lo teníamos todo cuadrado, ya él tenía el dinero y todo porque el padre lo había ayudado con eso, y entonces fuimos allá, vimos al socio aquel, que era un hombre ya mayor, y nos dijo que en esos días salía un grupo, que ahí iban una pila gente, hasta niños chiquitos y todo. Pero entonces yo vine pá acá y cometí el error de contárselo a mima: “Mira mima que esto, que lo otro”. Y ella: “¡Tú estás looooca! ¿Cómo tú te vas a ir del país por balsera si ahí se muere gente a diario, que se lo comen los tiburones? Mira muchacha, si tú te vas, yo me muero, me tiro del balcón pá bajo”. Entonces cuando yo fui pá la casa de él y le dije que no me iba, él se puso: “¡Ah Talía! ¿Cómo vas a hacerme esto si yo ya tengo todo resuelto? Vamos a irnos. ¡Qué carajo! No va a pasar nada. Vamos a llegar bien. Si miles de gentes se van y llegan…”. Y empezó con esa lucha, pero como estaba tan enamoraíto de mí, porque él estaba metío, metío conmigo, al final no nos fuimos. Pero entonces fue cuando empezaron también lo de los sorteos aquellos que se hacían por la embajada de los Estados Unidos, y entonces cogimos y tiramos sorteo también, lo que nunca ha salío pero puede llegar, lo mismo este año que dentro de diez, porque yo tengo amistades mías que le han llegado incluso después de estar divorciados y han recogido sus cosas y se han ido. Así que a lo mejor… Un día de éstos… ¿Quién sabe?

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