
Yo venía aquel día muy cansada de mi trabajo y eso porque como entonces la cosa estaba como estaba, yo tenía que ir caminando, lo mismo pá ir que pá venir pá mi casa, una pila de kilómetros todos los días y entonces… ¿En la guagua? No chica, no, si aquí durante el Período Especial ni aunque tuvieses dinero podías coger la guagua porque no había transporte ni había petróleo ni había ná, que yo pá mí es que por eso ahora estoy tan jodía de la espalda. Pero bueno, lo que te decía, yo venía así cansada, agotada, con una compañera mía, caminando por el pueblo, cuando de repente, en mitad de República, la vi. “Oye Sandra, a esa señora yo la conozco” y me intenté acercar a ella, pero la gente: “No muchacha, ni se te ocurra. Aléjate de esa mujer porque te puede hacer algo”. Y mi compañera igual: “¡Ay Talía, no te acerques por Dios que esa mujer está mal! ¿No la ves que parece una harapienta y no sabe ni de ella?”. Entonces yo me eché a llorar. Andaba descalza, arrastrando los pies, así ripiá y toda sucia, hablando que nadie la entendía, con la cara tó virá y... Bueno, yo quisiera que ustedes la hubiesen visto porque… ¡Vaya! No parecía persona. A mí aquello más nunca se me ha olvidado en mi vida porque yo cogí ese día, y cuando llegué a mi casa, me tiré al piso porque me dio tanto sentimiento ver a aquella mujer que había sido tan bonita, tan linda y así, alta y fuerte como yo, encontrármela de repente así, en ese estado, totalmente destruida, pidiéndole a la gente y metiéndose con tó el mundo, que a mí aquello me puso muy mal, me deprimió mucho. Una mujer que había sido una maestra tan buena, tan profesional y con tanto talento. Una persona que aparte era muy integrada, porque ella pertenecía al Partido y todo. Una maestra que tenía una dote de maestra maravillosa, que tó el mundo la buscaba pá superarse con ella, con tremenda ética de maestra porque son de esos maestros que no son sólo maestros sino que por encima de todo son seres humanos que todo lo entienden, que te ayudan, que te comprenden, sobre todo a esa edad, la adolescencia, que es la época más difícil de la persona, y ella sabía superarlo todo con nosotros, y se sentaba y se ponía a conversar y… Conmigo particularmente conversaba mucho, que inclusive yo llegué un viaje a regalarle una muñeca mía que yo tenía pelirroja cuando estaba en octavo grado: “Mira Noemí, esto es pá que nunca usted se olvide mí cuando me vaya de la escuela”. Y aún así, ese día que yo me la topé, no supo quién yo era, no conocía a nadie. De eso hace ya unos cuantos años, porque yo tendría como unos veinte y cuatro cuando esta historia que estoy contando que me la topé y ahora yo ya tengo treinta y ocho, así que yo supongo que ahora ella quizás ya esté bien. O no. No lo sé porque han pasado tantas cosas de allá pá acá que a lo mejor no está ni siquiera viva porque… Mira, el caso es que ella era una mujer sola, tenía dos hijos y entonces claro, tenía que trabajar mucho pá sacarlos pá’lante, hasta horas extras, porque llegó a trabajar incluso en dos escuelas al mismo tiempo en distintos turnos, pero parece que se vio tan sola, con tantas situaciones, tantos problemas que dicen que se volvió loca, pero loca, loca. Bueno tan loca que a lo pocos meses de eso me enteré de que la había metido en un psiquiátrico porque parece que ella no, no, no supo superar la situación crítica que tuvo este país, que fue un mal momento que todos tuvimos que pasar, porque ya te digo, tuvimos que adaptarnos y sobrevivir sin combustible, sin corriente, sin comida, sin jabón, si agua, sin… sin ná, pero claro, no todo el mundo tiene esa capacidad, no todo el mundo puede superar las situaciones difíciles de la vida y afrontar, como uno dice, las altas y las bajas que se presentan en la vida de cada ser humano porque no todos los seres humanos somos iguales ¿no es verdad?