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Sí, sí, como te estoy diciendo, yo tuve escondía la barriga como hasta los tres o cuatro meses, que todavía me acuerdo que me ponía ropa así ancha pá no se me notara y eso, porque, porque… Mira, el problema está que en la empresa agropecuaria donde yo estaba trabajando entonces, cuando conocí al padre de la niña, había un director muy recto que siempre andaba diciendo que él no quería barrigonas en su empresa, que la que estuviera embarazada se tenía que ir porque él no quería allí licencias de maternidad ninguna. Una ética muy equivocada de él la verdad, porque en este país se le da prioridad a las mujeres embarazadas, así que yo podría haber apelado a las leyes y quizás a él lo hubiesen botao de allí y yo habría seguido trabajando tan normal, pero como yo era muy hipertensa y el papá de la niña no quería que yo perdiera la barriga ni mima tampoco, pues entonces yo, por evitar disgustos… ¡No, todavía no está! Espera un momentico m’hijo que ná más que he hecho ponerla ahora mismo. ¿Tú has visto? Y así todo el día igual, que si Tali pá aquí, que si Tali pá allá y una no puede estar en todo ¿no es verdad? En fin, ¿qué era lo que te estaba diciendo…? Ah, sí, ya. Mira yo en el fondo no la quería tener porque como yo llevaba poquito tiempo con él y no sabía realmente lo que iba a dar de sí aquella relación, yo no quería tener muchachos todavía, que de hecho yo estuve dos veces pá sacármela porque no, no, no la quería tener la verdad. Pero entonces él me dijo que no, que la tuviera y que la tuviera. Y mima igual: “Mira m’hija, tú ya te has sacado otras barrigas y tú ya tienes veinte y nueve años, ya tú tienes edad de parir, así que ya, ten la niña y no importa si luego te divorcias de él. Te divorcias y ya, no pasa nada, pero ya tú tienes tu hija y sales de eso”, porque como yo tenía problemas de salud, que me subía la presión y eso, pues cuando pasara los treinta los médicos me decían que era alto riesgo quedarme embarazada. Entonces ya, decidí por decisión propia de nosotros y dije: “Bueno, está bien. La voy a tener”. Y seguí yendo al trabajo como si tal cosa. Pero llegó un día en que ya no podía ocultarlo más porque a partir de los cuatro meses y pico, aquello empezó a crecer y a crecer hasta que un viaje estaba yo conversando con una compañera mía y a ella se le fue delante de él y ya ahí el señor aquel me empezó a gritar y a decir: “¿Cómo que tú estás embarazada? ¿Por qué tú no me lo has dicho antes? Pues mira que ya te lo advertí y que esto y que lo otro”. Entonces por ahí ya salimos discutiendo y con la discusión aquella, la presión me subió y me puse muy mal. Entonces cuando llegué a la casa, mima me dijo: “No, m’hija no. Deja eso. No sigas en el trabajo que tú no tienes necesidad de pasar por eso. Estamos apretaos pero más o menos podemos ayudarnos y salir pá’lante”. Y el papá de la niña igual: “No Talía, si yo trabajo y puedo mantenerte a ti y a la niña. Deja, deja eso y ya después que tú salgas del parto y que la niña esté ya un poquito más grande y pueda ir al círculo, te pones si quieres a trabajar otra vez”. Y ya ahí fue cuando yo dejé de trabajar y… ¡Ya casi voy pá allá! Espera un momentico que voy a prepararle el baño a Camilo y ahora vengo ¿sí?

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