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¿Al círculo? ¿Qué círculo? ¡Ah ya! ... ¡Qué va! Jorgito no fue nunca al círculo infantil. No, no, eso sólo era para las madres que trabajaban y como yo no… No, porque yo después que la tuve a ella, yo ya dejé de trabajar y me dediqué a mis hijos nada más, aunque… la verdad, si la niña no hubiera nacido enferma, yo habría seguido trabajando porque entonces hacían falta muchos, muchísimos maestros porque… ¡Imagínate! Era el año 63 y había grupos de alfabetizadores por todos lados pero… Bueno, ya a ella le empezaron a dar los ataques y las convulsiones aquellas y ya a Jorge por su trabajo lo trasladaron también aquí, y entonces… ¡Figúrate! Yo sola tó el día allá en el campo, con los dos muchachos chiquitos, sin un médico, sin un carro, sin saber cómo… ¡No m’hija no! ¡Aquello ya no era vida! Entonces bueno, cogimos y nos vinimos pá acá pá el pueblo, que nos dieron una casita por ahí por… No, una casita no. Un ranchito. Era un ranchito que… ¿Ustedes no han pasado nunca por un tragante que suena allí por el mercado? ¿Sí, no? Bueno, pues por allí, en una esquinita, era donde vivíamos nosotros en aquella casita de mala muerte que te digo que nos dieron en la calle Matadero en el año 66, de nueve meses Jorgito. Era un poco pequeña, de tabla y mampostería, tenía sólo un cuartico, una sala estrechita estrechita, más estrecha que la cama que tiene ahora Velquis y una letrina que tuvimos que hacer nosotros porque ni baño tenía. Todavía me acuerdo como si la estuviera viendo ahora mismo. La cocina era de zinc, así cuadrada, y se me ponía negrita negrita porque yo entonces, como no había gas, cocinaba siempre con carbón que… ¿A que no saben a quién se lo compraba? Al abuelo de Leonardo. Sí, señora. Al señor Monguito, que vivía por allí cerca y andaba siempre por ahí vendiendo carbón montado en un carretón con el nieto ¿qué le parece? Pues sí. Así mismo era y así estuvimos viviendo durante siete años y siete meses, que ya al final hasta se nos cayó lo que era la parte del cuarto y todo y teníamos que dormir en la sala, que por eso fue que nos mudamos pá la otra, que a Jorge lo liberaron del trabajo en el 72 pá hacer aquella casita porque… ¡Ay muchacha! Si yo te contara... Mira, como vivíamos al lado del río, cuando subía, se me metía dentro y me acababa con todo, hasta con los colchones y la ropa, porque entonces yo no tenía ni siquiera un escaparate donde poder guardar mis cosas y las tenía que meter en unas cajas de madera así como un baúl que tenía apiladas ahí en un rincón. Y luego con la comida igual, porque tampoco teníamos frío ni ná de eso, que yo me acuerdo que cuando comprábamos un pernilito de jamón yo lo guardaba en un paño y ya, no había más ná, porque yo todas esas cosas vine a tenerlas mucho después, ya en la otra casa de la plaza la Habana que te enseñé ayer pero… ¿Tú sabes qué? Que a pesar de todo, yo vivía allí de lo más bien y me sentía muy feliz porque nadie se metía conmigo… Bueno, salvo el agua y… ¿Qué te pasa ahora hija mía? ¿Agüita? Ah, parece que ella nos ha… y… Anda, dale, corazón, vamos a tomar agua en el biberón. Sí, sí, en el bibi, ella no se toma en el jarro ni una gota. ¡Qué va! ¿Verdad que no mi amor?

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