
Sí, sí, nueve, hasta nueve casas llegué yo a ver pero ésta fue la única que hallé más cómoda porque las demás eran… ¡Ohhh! Si tú supieras…. ¡No, no, no! Eso fue terrible. Eso fue terrible porque… Mira, primero me querían dar un apartamento allá en el edificio que queda frente a la terminal de ómnibus, ése que tiene oscilación, y no lo quise. Pero es que… ¿cómo se pensaban ellos que yo iba a poder subir por las escaleras hasta un cuarto piso con una niña inválida? No, no. No podía. Eso era un crimen. Y… luego, después de eso, fueron a darme otra allá por la colonia española, pero tenía sólo dos habitaciones y una cocina de valón, que ná más verla, les dije: “No. Yo esto no lo quiero porque cuando venga mi hijo de cumplir misión ¿dónde lo meto? ¿Adentro de la cocina de valón? Fíjese que él tenía su propio cuarto en la otra casa y ahora ¿cómo me la van a quitar?”. Entonces ya el del Partido de ahí me dijo: “¡Ah! ¿Pero usted tiene un hijo cumpliendo misión?”. “Sí. Nosotros tenemos un hijo en Etiopía”. Entonces hicieron así, y se pusieron a buscar la que nosotros quisiéramos, hasta que un día fueron la gente de Vivienda allá con unas mujeres y me dijeron: “Venga, vamos a ir a Previsora a ver una casa a ver si ésa le cuadra más”. Y entonces fue que me trajeron aquí, que todavía me acuerdo que vine debajo de un aguacero y… Otra vez lo mismo: “¡Ahhh! ¿Pero me van a dar sólo la mitad de la casa? –porque esta casa antes estaba dividida en dos–. No. No. Usted está muy equivocado”. Dice: “¡Ay señora! Si usted ni cuando andaba gateando decía que sí. ¡Usted siempre dice a todo que no!”. Digo: “Acuérdese que aquella era una casa nueva y ésta no”, porque esta casa la hemos tenido que hacer toda nueva nosotros, que ya llevamos veinte y dos mil y pico pesos en eso. Entonces me dijeron: “No, sí, si no se deja de comprender eso pero… Bueno, venga, esta casa completa es suya”. Y entonces fue que acepté esta casa, que no estaba mal la verdad, pero éste es el lugar que menos me gusta porque… Mira, ¿quieres que te diga una cosa? La casa de mi vida, la de mis sueños y todo eso ha sido siempre la de la plaza La Habana que… no sé, parece que como la luchamos tanto y ahí vivimos toda nuestra juventud y parte de nuestra vejez también pues… ¡Qué bueno haber tenido una camarita en ese tiempo! Hubieran visto qué casita aquella… Sí, bueno, Jorge, claro que ésta es más grande pero allá los vecinos eran mejores y aquí los que había buenos, ya se han ido, y luego yo allí ná más que tenía que poner un pie en la acera y ya estaba montada en un carro. Además… ¡Era nuestra casa! La habíamos luchado nosotros, que eso fue a sangre y fuego como se dice. Eso fue con sus propias manos él fabricar aquella casa pá que luego vinieran y nos la tumbaran de la noche a la mañana pá hacer una entrada a Ciencias Médicas que después de todo ahora está siempre cerrada porque tó el mundo entra por la otra. Así que… ¡No me vayan a decir! porque sólo yo y el que está arriba sabemos lo que yo pasé, que la noche anterior ni dormí, me la pasé llorando porque… No, no, yo no me quería ir de ahí, que yo no sé la de cosas que yo le dije al del Partido el día aquel que nos fuimos a mudar pá acá porque… Sí, sí, esa misma entrada es, que la quisieron abrir pá el saludo del 26 de julio del 89 que se hizo aquí en Camagüey, pero… No, no, fue la única. La única que tumbaron fue la mía, las demás no. Bueno, fíjate que yo cuando voy en coche no miro pá ahí porque me da un sentimiento que me pongo a llorar y todo porque… Sí, Jorge, ya lo sé. Ya sé que esa casa ya no existe. Pero tú sabes de sobra que ése fui mi sueño y me lo quitaron. ¿Es que porque ya no exista me voy a olvidar de eso, de tó lo que yo luché por aquello?