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¿Tú viste eso? Sí, chica, la muñequita esa, la de esponja y trapo por dentro. ¿Lindísima verdad? No, no. Bella, bella. Te lo digo yo que llevo ya muchos meses detrás de una pá comprársela a la niña porque la que tiene, que se la trajo el tío de fuera hace una pila años, está tan viejita que yo creo que ni pelos le quedan ya. Pero siete dólares y pico… ¡No, m’hija, no! Y era la más barata. ¡Imagínate tú! Comprarle una muñeca a un niño cuando hay cosas más necesarias. Y bueno, un juguete también hace falta porque eso educa al niño y te lo enseña igual que un libro pero… Es que no se puede y además, tó los padres no tienen esa posibilidad porque ya tú viste… porque tú te fijaste en lo otro ¿no? ¡Tremendo descaro! Dos dólares por una pelota. Dos y pico por esa pelota que antes mi hermano las tenía así, a montones. ¡Ay chica! ¿Cómo que no? Si tú supieras… Mi hermano sí tuvo juguetes lindos. Metralletas, bolitas, juegos de indios y cosas de esas. Y yo también. Mira, yo llegué a tener un viaje veinte y tantas muñecas, peliblancas, pelirrubias, pelinegras, pelicastañas, pelirrojas, de tó los tipos, hasta una muñeca bebé negra que quien me la rompió fue Baby de chiquita. Pero yo tuve muchos juguetes, cajas enteras que después, como ya me hice mayor y vinieron otros tiempos en que ya no había, yo se los fui regalando a mis primas y no me quedé prácticamente con nada, más que con cuatro boberías. Pero aquello sí eran juguetes lindos. Y baratos ¿eh? porque te los daban por la cuota, como la comida, lo que era sólo una vez al año, a finales de julio, cuando se acababa la escuela y eso, que yo me acuerdo que a mima le daban entonces tres cuponcitos, tres pá mi hermano y tres pá mí y con eso iba a la tienda que nos orientaban por la zona donde vivíamos y nos compraba tres juguetes. O sea, un “juguete bueno”, uno “medio” y otro “malo”, porque lo llamaban así y así se hacía pá que tó los niños cogieran parejo. Entonces el juguete bueno en la hembra era, por ejemplo, una muñeca o un juego de tazas de café. Luego estaba el medio que podía ser una suiza o un jueguito de espejos con peine o una cocinita. Y un tercer juguete que venía siendo un juego de parchís, de damas o de yaquis, cosas así. Y luego, pá el varón lo mismo. Mi hermano por ejemplo entraba en la tienda y cogía una pistola, un jueguito de soldaditos y una pelota. Y ya otros pues cogían otras cosas. Pero aquí tó los niños tenían juguetes y el que no tenía era porque los padres no querían porque en este país hubo unos tiempos maravillosos, muy buenos, que yo los disfruté gracias a Dios. Y tuvimos de todo, como pobres, como personas normales que éramos, tuvimos de todo y no pasamos trabajo en ese aspecto pero ahora… ¡Ay, mira! Mira eso. ¿Viste ese camioncito que estaba vendiendo el merolico ese de la esquina? Es lo que te estoy diciendo. Eso mismo, por esa mirringuita de plástico que dicen que hacen los presos aquí, los muchachos se vuelven locos de contentos porque… ¡Ay, madre, qué tarde es! Anda, toma tres pesos y cómprale una jaba a ésa que vamos a entrar al Agro un momentico antes de que haga más calor a ver si compro alguna vianda pá l’almuerzo.

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