
Sí, a mí siempre me gustó ser maestra, la verdad. Desde chiquita. Fíjate que yo me acuerdo que mi juego favorito era ése. Yo cogía por las tardes, cuando regresaba de la escuela y eso, yo cogía todas mis muñecas, las ponía así encima de la cama y le daba a cada una un libro o una libreta, y así me pasaba horas y horas encerrada en mi cuarto, igualitico que ahora Baby ¿verdad que sí mima? No, no, guarda eso en el refrigerador pá la comida que ahora pá el almuerzo ya he puesto a cocer unos plátanos. ¡Qué calor hace en esta cocina! Sí, mima, sí, abre ahí a ver si entra un poquito de aire. Bueno, pues eso, como te iba diciendo, a mí siempre me gustó ser maestra. Ésa era la ilusión de mi vida. Entonces claro, cuando llegó la hora, que terminé mi noveno grado y eso, me hicieron una prueba de ingreso para la Escuela de Educadores de Maestros que era lo que a mí me gustaba. Y sí, la pasé, que antes no era como ahora ¿eh? porque ahora las carreras son más fácil pá estudiar, porque antes tenías que ser uno de los mejores expedientes, tenías que tener condiciones y además te hacían un test mental. Sí, sí, un test mental pá saber si tú estabas capacitado para ejercer la carrera que tú querías, más luego, ya te digo, todos los méritos académicos que tú tuvieses, que ahí te medían un montón de cosas, desde la calificaciones que tú tuvieras hasta… Bueno, todas las actividades revolucionarias, las movilizaciones, los trabajos voluntarios, la Escuela al Campo y… No, no, la Escuela al Campo era sólo un mes al año, o sea, a nosotros nos tocaba por ejemplo en septiembre, a otra escuela le tocaba en noviembre y así, porque había diferentes Escuelas al Campo en distintos municipios. Entonces nada, ahí tú ibas un mes, a veces más, cuarenta y cinco días, a cumplir ese… como decir un trabajo productivo ¿no? pero estábamos albergados, y entonces todo eso te lo medían para una carrera o para lo que tú fueras a coger. Y yo la verdad es que siempre fui, yo siempre cumplí con tó esas cosas, que un viaje yo me acuerdo que me llevaron hasta a Sola a recoger papas y otra vez a Jimaguayú a la siembra de la caña y a otros municipios también que ahora no recuerdo bien, pero bueno, como yo siempre cumplí con todo y mis padres también, pues entonces nada, pasé la prueba esa que te digo y en septiembre del 83 empecé a estudiar ahí. Pero… ¿Tú has visto que duros están estos plátanos? Llevan ya cerca de una hora y nada. No, mima, al viejito no, los compré en el Agro esta mañana. ¿Qué les falta agua? No, si con esta sequía no me extraña. Ya ni con dinero puede una comprar nada bueno. En fin, a lo que iba, el caso es que a los dos meses de estar allí, hicieron un llamado para la Escuela de Educadoras de Círculo Infantil que inauguraron nueva aquí en Camagüey, entonces nos reunieron allí a todas, escogieron a las mejores y entre ésas estaba yo. Sí, yo me fui, pero no muy a gusto la verdad. Más bien me fui brava porque a mí lo que le gustó siempre fue ser maestra de niños de primaria, y aquello era para enseñar a niños más chiquitos, de cero a cuatro años. Entonces estuve ahí dos meses nada más y a los dos meses me disgusté porque eso no era lo que a mí me gustaba y me fui de ahí. Pero claro, cuando yo le dije a mis padres que no iba a seguir estudiando esa carrera porque yo lo que quería era ser maestra, mi papá cogió y se fue pá la Escuela de Educadoras a hablar con el director, a explicarle mi situación, pero le dijeron que no, que eso era un llamado que había hecho el Comandante y que había que irse pá ahí, tanto si me gustaba como si no, porque el problema está en que en ese tiempo en nuestro país hacían falta maestras de círculo infantil, y entonces… Entonces nada, lo que pasó ahí es que al final yo no estudié, que yo no pude estudiar lo que me gustaba y… ¿Y ustedes? ¿Lo quieren así salao o lo prefieren dulce? Sí, el fufú de plátano, claro.